El presidente Donald Trump ha firmado un decreto para prohibir que los recursos públicos federales se utilicen para financiar la realización de abortos y otro para que dichos recursos no puedan usarse para subvencionar los mal llamados tratamientos de cambio de sexo para menores de edad.
El primero de ellos fue emitido el 24 de enero e impide que el dinero de los contribuyentes sea utilizado para costear “abortos electivos” (se refiere a aquellos que buscan acabar intencionalmente con la vida del no nacido y no incluye los “abortos espontáneos”), al revocar dos decretos aprobados por Joe Biden en 2022.
En respuesta a esta medida, el obispo Daniel Thomas, presidente del comité de actividades provida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), declaró lo siguiente: “La mayoría de los estadounidenses está en contra de que se les obligue a apoyar el aborto a través de sus impuestos. Estoy agradecido por el fortalecimiento de políticas que nos protegen de ser forzados a participar en una cultura de la muerte y que contribuyen a restaurar una cultura de la vida, tanto en nuestro país como a nivel internacional”.
El segundo decreto se emitió el 28 de enero y protege a los niños de ser mutilados mediante cirugías y tratamientos de “cambio de sexo”. El documento indica que la administración federal de los Estados Unidos ya no financiará, promoverá ni apoyará la “transición” de un sexo de otro para menores de edad, comprometiéndose a aplicar rigurosamente todas las leyes que restringen este tipo de procedimientos destructivos.
El obispo Robert Barron, presidente del comité para los laicos, el matrimonio, la vida familiar y los jóvenes de la USCCB, manifestó claramente su apoyo a la medida: “Celebro esta órden ejecutiva del presidente que prohíbe la promoción y el financiamiento de procedimientos que, a partir de una visión equivocada y falsa de la naturaleza humana, pretenden cambiar el sexo de un niño. Son muchos los jóvenes que han sido víctimas de esta campaña ideológica y que lamentan profundamente sus irreversibles consecuencias, como la infertilidad y la dependencia de por vida de costosas terapias hormonales con efectos secundarios. Es inaceptable que se aliente a nuestros niños a que se sometan a tratamientos médicos destructivos en vez de recibir una ayuda auténtica que respete la unidad de su alma y su cuerpo”.
Las declaraciones completas de Mons. Thomas y de Mons. Barron están disponibles en la página web de la USCCB.