La nueva ley de seguridad nacional de Hong Kong ha entrado en vigor entre críticas por parte de la comunidad internacional, pues restringirá las libertades en la ciudad y limitará su autonomía. Conforme a esta ley, el delito de traición se castigará con cadena perpetua, las penas contra la sedición se endurecerán y quienes se enteren de “actos de traición” y no los reporten a las autoridades podrán ser condenados a 14 años de cárcel.
Existe incertidumbre sobre hasta qué grado afectará a los sacerdotes que escuchen confesiones, pero la situación no es en absoluto favorable. Peter Lam, ministro de justicia de la ciudad, declaró que “si alguien confiesa que planea atentar contra la ciudad o contra el país (…) es muy difícil que hagamos excepciones”. “La libertad religiosa no protege a nadie que haya cometido un crimen serio de ser sancionado legalmente”, añadió un portavoz del gobierno. Por su parte, la Diócesis de Hong Kong ha pedido tranquilidad a los fieles, asegurándoles que las confesiones seguirán siendo confidenciales, al tiempo que reconoce que “los ciudadanos tienen el deber de contribuir a la seguridad nacional”.
Cabe recordar que Hong Kong estuvo bajo dominio británico por más de siglo y medio, pasando a manos de China en 1997. Pese a que el Partido Comunista Chino se había comprometido a respetar la autonomía de la ciudad, lo cierto es que ha ido implementando una serie de medidas represivas de forma gradual. Según el Financial Times, la mayor parte de los 400,000 católicos de Hong Kong están a favor de la democracia, lo cual es percibido con desconfianza por parte de China.