Cada mes de octubre, los católicos se enfrascan en discusiones sobre si es aceptable participar en los eventos de Halloween o no. Algunos consideran que permitir que los niños se disfracen y vayan a pedir dulces no tiene nada de malo, mientras que otros sostienen que fomentar una fiesta pagana que celebra lo demoníaco es muy problemático. De hecho, ¡ambos tienen algo de razón! Halloween ciertamente no es una perversa fiesta pagana, pero tampoco debemos considerarlo un mero día de dulces y diversión secularizada. La palabra “Halloween” hace referencia, en inglés antiguo, a la Víspera de la Solemnidad de Todos los Santos, día en que recordamos a aquellos cristianos que nos han precedido y que gozan ya de la eterna bienaventuranza, independientemente de que hayan sido canonizados o no. ¡Qué más católico que un día de precepto en el que incluso estamos obligados a asistir a misa!
Con esto en mente, surgió en 2002 la celebración de “Holywins” (el nombre es un juego de palabras en inglés, que suena parecido a “Halloween” y significa “la santidad gana”). A lo largo de sus poco más de dos décadas de vida, se ha popularizado en muchos países, pues permite a los niños participar de la diversión de la temporada, sin olvidarse de su origen católico. En Holywins, los pequeños se disfrazan de sus santos favoritos, reciben dulces y participan en juegos y oraciones. En España, por ejemplo, la diócesis de Alcalá de Henares ha sido pionera y, desde 2009, organiza juegos, talleres, actividades familiares, una procesión a la catedral y adoración eucarística. Si quiere saber más sobre cómo celebrar Holywins en familia, o incluso en su parroquia, puede leer e